¿Qué pasaría si oramos como Jesús nos enseñó?
El apóstol Santiago nos dice en su carta en 5.16b: “…La oración eficaz del justo puede mucho”. Como punto de partida Jesús nos enseña que Dios responde a la oración, pero ¿por qué a veces parece que nuestras oraciones no dan resultado? Tal vez nos hemos preguntado: ¿Por qué no consigo la beca universitaria por la que oré? ¿Por qué no consigo el trabajo que pedí en oración? ¿Por qué no consigo el esposo o la esposa por quien estoy orando? o ¿por qué no recibo lo que pido en oración?
Muchas veces solo oramos cuando necesitamos algo o nos ocurren situaciones en las que requerimos ayuda inmediata. Dios anhela que todos los días hablemos con Él, no solo cuando nos falta algo; más allá del hecho de que, por cierto, Él nos escucha en todo momento.
El libro Oración radical, se enfoca en la importancia de no tratar a Dios como a un «paramédico», que solo lo llamamos en las emergencias, sino que tengamos una relación real y vibrante con el Padre celestial, por medio de la cual santifiquemos su nombre y amemos radicalmente a nuestro prójimo.
Desde pequeños se nos ha enseñado a que debemos pedir todo lo que queremos en oración; pero, muchas veces al hacerlo oramos con poca intensidad, poca fe y poca expectativa. Sin embargo, esta no es la manera que Jesús nos enseñó a orar. Al leer lo qué enseñó Jesús acerca de la oración podemos entender la razón central de la oración. En Lucas 11, vemos cuál debe ser la motivación y la pasión que nos impulsa a orar. Solo entonces podemos comprender la voluntad de Dios en cuanto a la oración. Lo primero que vemos en este pasaje no es solo un modelo, paso a paso, de oración sobre cómo necesitamos orar, sino cuál es la motivación central por que debemos orar: Santificar el nombre del Padre. Esto no es solamente adorar a Dios por su gran gracia, misericordia y majestad; sino que debe ser el eje central en todas nuestras peticiones por nosotros y los demás.
Para orar eficazmente como Jesús nos enseñó, hay tres claves que debemos tener presentes:
- Siempre que oremos para santificar el nombre del Padre, grandes cosas ocurrirán.
- Oramos radicalmente, para amar radicalmente.
- Dios es nuestro Padre, no lo tratemos como un paramédico.
Al paramédico solo se lo llama cuando la urgencia es tan grande que no sabemos qué hacer. Esta no es la clase de comunión que Dios quiere tener con sus hijos e hijas. Dios quiere que nuestra relación con Él sea diaria y vibrante para cubrirnos con su amor y su cuidado sobrenatural en todos los aspectos de nuestra vida.
Entonces, ¿qué nos mantiene alejados de orar? La respuesta podría sorprenderle. Pero es una gran barrera para la oración eficaz: El temor.
Hay tres temores básicos que bloquean nuestro camino a la oración. Primero, tememos que nuestros pecados sean expuestos. Segundo, tememos a ser transformados. Y finalmente, está el temor de perder el control. Y la respuesta para vencer al temor, está en el amor. Y no se trata de cualquier amor, sino en el amor que describe la Biblia: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero» (1 Juan 4:18, 19). El perfecto amor de Dios es la respuesta a nuestro temor. Porque solo a través del amor de Dios podemos entrar a una relación con Él y con su amado Hijo Jesús, quien es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Y es únicamente con este amor que podemos vencer el temor al pecado expuesto, el temor al dolor de la transformación, y el temor a rendir por completo nuestras vidas al Creador del universo.