Imagínese lo que debió haber sido tener el privilegio de seguir a Jesús días tras día, escuchando su enseñanza y viéndolo realizar sus milagros. Podemos imaginar muchas cosas que quienes tuvieron ese privilegio pudieron haberle pedido que les enseñase. Quizá los discípulos pudieron haberle pedido: "Jesús, enséñanos a convertir el agua en vino". Pudieron haber pedido: "Enséñanos a caminar sobre el agua". O pudieron haber dicho: "Enséñanos a levantar a la gente de entre los muertos".
En una ocasión los discípulos vinieron y le dijeron: "Señor, enséñanos a orar" (Lucas 11:1b). Resulta fascinante que esta fuera la pregunta candente que le formularon a Jesús. Ellos vieron el vínculo entre la extraordinaria vida de oración de Jesús y su poder, su enseñanza, su carácter, toda su persona. Vieron la intimidad que Jesús tenía con el Padre e hicieron la conexión entre su oración y su poder.
Esta petición resultó en esa magnífica oración de Jesús que conocemos como "El Padre Nuestro", "La Oración Modelo" o "La Oración del Señor". Una herramienta poderosísima que Jesús pone a nuestra disposición para que la usemos una y otra vez. Una oración que se convierte en parte de la fibra de nuestro pensamiento. Empieza a hacerse parte de nuestra alma para que nos apoyemos en ella cuando no sepamos cómo deberíamos orar. Siempre podemos orar la Oración del Señor.